jueves, 18 de junio de 2009

El Rocío, incopiable.




Sobre el Rocío existe una historia, una hermosa y poética leyenda, algunas preguntas sin respuestas, tantas o más suposiciones y, por encima de todo, una realidad incontrovertible que el pueblo de Almonte se encarga de custodiar celosamente.

La historia se remonta a los tiempos inmediatamente posteriores a la Reconquista cuando el marianísmo de Alfonso X El Sabio llevó la devoción a la Virgen a los sotos y terrenos de cacería donde él mismo y su caballería militar se ejercitaban en el arte de la guerra contra los jabalíes y otras especies que poblaban el actual Coto de Doñana.

En el “Libro de la Montería” de Alfonso XI se dice que “hay una tierra que dicen de Las Rocinas ( ... ) et señaladamente son los mejores sotos de correr cabo de una Iglesia que dicen de Sancta María de las Rocinas”.

La leyenda describe la aparición de la Virgen a un pastor y cazador de Villamanrique de la Condesa, la antigua Mures, llamado Gregorio, o Goyo Medina, al que el pueblo ha dedicado una calle recordando además el hecho divulgado en trovas del siglo XV en un hermoso azulejo situado en la fachada de su Ayuntamiento.

Es leyenda histórica en realidad. Está probado que Goyo Medina llegó corriendo al pueblo llevando con él la pequeña imagen de la Virgen Maria que había sido escondida en la oquedad de un árbol probablemente por los soldados cristianos del Rey sabio para defenderla de cualquier profanación y que se mostró ante el cazador cuando se desprendió la corteza que la ocultaba. Hasta aquí, la historia. El proclamó que la Virgen, bajando del Cielo, se le había aparecido. Esta, la leyenda.

Las preguntas no son numerosas, pero sí incómodas, especialmente para quienes defienden la transparencia de la génesis de la romería.
Una de ellas tiene como antecedentes estos párrafos que figuran en la importante obra “El Rocío, fe y alegría de un pueblo”

“Antiguamente, cuando aun no se hacían medallas, los rocieros colocaban alrededor de la copa de su sombrero andaluz una cinta con la efigie de la Virgen del Rocío estampada en ella.
La cinta se fabricaba en varios tonos de color, siendo los más frecuentes el verde, el amarillo y el rojo.
En su principio, esta cinta, a modo de lazo de raso de seda, no tuvo el destino para el cual hoy se utiliza: adorno del sombrero. Fue su origen el llevarla como recuerdo de la Virgen, tras la Romería, porque además de ser retrato estampado en tela, era también la medida de la primitiva imagen. Así lo dice la leyenda escrita que llevaba grabada: “Verdadera medida de Nuestra Señora del Rocío”
En muchos hogares se guarda todavía celosamente esta cinta, alguna que otra de rancio sabor y antigüedad”


La figura hallada en el siglo XV por el cazador manriqueño Gregorio Medina guardaba esas proporciones ya que media una vara, es decir alrededor de ochenta y cinco centímetros.
De la sorpresa del pueblo llano cuando al llegar en una romería se encuentra a la Virgen tan crecida habla la letra de estas viejas sevillanas:

La Virgen del Rocío
como es tan alta
se le ven por abajo
enaguas blancas.
Y, por arriba,
se le ven los collares
de perlas finas.



José Luís Garrido Bustamante
El blog de Garrido Bustamante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario